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 Defender teóricamente EL VOTO OBLIGATORIO es imposible. O es derecho o es obligación. No caben los dos juntos.

Voto obligatorio: ¿derecho u obligación?

Artículo publicado en Expreso el 12 de febrero de 2013

Explica Consultores

Julio Miguel Ágreda

Publicado: 2014-11-07

La crónica frustración ciudadana por el desempeño de las autoridades que elige se origina en esta institución; impuesta y sostenida desde hace mucho tiempo: el voto obligatorio. Defender teóricamente esta institución, derecho-obligatorio, es imposible. O es derecho o es obligación. No caben los dos juntos. O se sube, o se baja; no se sube para abajo, etc. Si fuera un derecho, nadie podría conminar al ciudadano a votar. Por eso, el tal `derecho´ al sufragio no es más que la cobertura demagógica de su opuesto. Sería como decir que la gente tiene la `obligación´ de ser libre. Idéntico contrasentido, pues la libertad es un derecho que la humanidad conquistó con “sangre, sudor y lágrimas” (famosa expresión de Winston Churchill), y el ciudadano la ejerce como parte de su soberanía individual. (No obstante ser extremadamente vulnerable, como lo podemos constatar cotidianamente; y en la historia reciente del planeta). Entonces, nadie puede obligar a una persona a ejercer un derecho, cualquiera que sea. Salvo en nuestro querido Perú, donde la ley de la gravedad muchas veces funciona al revés, cayendo las cosas para arriba. 

Entonces, si el voto aquí es en realidad, como su nombre lo indica, obligatorio ¿cómo funciona su mecanismo coercitivo? Como una tenaza; llevando al desprevenido elector de las narices: Por un lado el Estado, que obliga y castiga al omiso; por el otro, el comerciante-político (el candidato) que se cuela en una lista partidaria con opción para, gracias al dinero que invierte en “su” campaña, tentar suerte, utilizando al partido que ingenuamente (¿?) lo acogió poniéndole la carnada en su caña de pescar. (Recordemos a ese presidente que repetía como excelso principio: “no hay que regalarle pescado. Hay que enseñarle a pescar”.)

Una vez elegido nuestro afortunado congresista ¿cómo queda el Partido con cuya camiseta jugó “su propio partido”? La frase del politólogo Carlos Meléndez, que comentáramos antes, lo grafica con incalculada precisión: “Nuestro Parlamento carece de congresistas experimentados y de GRUPOS COHESIONADOS PROGRAMÁTICAMENTE.” (Las mayúsculas son nuestras.) Claro como el agua: ¿Qué cohesión programática pueden concertar los partidos con gente que accedió al Congreso por intereses personales?

Por otro lado, ¿se podrá esperar, ingenuamente también, que estos congresistas (no todos por supuesto, también hay una minoría muy respetable) se decidan por el voto voluntario? Negativo. Aún quemados completamente para una reelección, tendrán siempre a la mano algún `caserito´ a quien pueda traspasarle el negocio: SU curul.

Artículo publicado en Expreso


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Julio Miguel Ágreda

Consultor en desarrollo económico, social y educativo. Profesor universitario, investigador, sociólogo, trujillano...


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