Decíamos que los ámbitos universitarios entre 1960 y 1990 vivían algo así como en una ensoñación: embargados por paradigmas ideológicos, transcurrían mayormente de espaldas a la problemática del desarrollo (fundamentalmente económico, para que no queden dudas) [ artículo ¿Saldremos del hoyo educativo?]. Ahora, en cambio, ante los estudiantes universitarios se vienen perfilando nuevos paradigmas: 1. El progreso social, como objetivo, y 2. El desarrollo económico, como el pistón de las nuevas motivaciones. Pero la falta de claridad en el cómo, lo podemos apreciar observando el quehacer cotidiano de los estudiantes al salir de la universidad: ¿Van a las bibliotecas? 

No. Estas casi no existen acá. ¡Van al gimnasio! A poner los músculos y la figura en la mejor de las formas. ¿Por qué? Porque nuestras universidades no han cambiado. Siguen con el mismo libreto: el profesor dicta, los alumnos escriben y luego memorizan para el examen. Y todo esto, claro está, les deja tiempo y energía suficientes para mejorar el físico. (Leyendo, eventualmente, breves separatas.)

Por otro lado escuchamos las arengas de innovación y emprendimiento como si estas esperaran a nuestros chicos a la salida del gimnasio, los que se multiplican como peces, como compitiendo con las salas de juego por la supremacía de una acelerada expansión.

Entonces, regresando a nuestras universidades encontramos que, si estas no cambian de paradigma, pronto dejaremos el `tercer mundo´ para arribar a uno nuevo, el `cuarto mundo´. Y ese nuevo paradigma debe ser la investigación. Por tanto, si queremos dejar el tercer mundo y mirar al primero, cosa perfectamente posible, tenemos que reorientar toda nuestra educación poniendo como actividad substancial de nuestras universidades el tema de la investigación científica y tecnológica. La alternativa es muy clara: O salimos del pozo ahora o lo hacemos más profundo. Se necesita entonces un cambio CUALITATIVO; y en dos direcciones: Formar líderes para el desarrollo, rol de las universidades; y líderes de la producción, rol de los institutos. Ambos investigando con sus respectivos líderes, los profesores; alrededor de los cuales se nuclean los estudiantes, como las abejas alrededor del enjambre. Por tanto, profesor que no investiga, no es profesor; y estudiante que no acompaña, no es estudiante. No hay otra.

Pero, en lugar de abordar y resolver temas trascendentales como competencia e investigación, hay quienes buscan cómo enchufar a las universidades al Ministerio de Educación, campeón en ineficiencia e inmovilismo.

Artículo publicado en Expreso