John Dalberg Acton, historiador y político inglés (1834-1902) escribió a manera de advertencia: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Esta sentencia, en su primera parte, podría aplicarse en el Perú a Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y a Alberto Fujimori Fujimori (AFF) en la segunda. 

Si bien toda la cortísima gestión de PPK estuvo signada por el odio desatado contra él por la candidata a quien derrotó en las elecciones del 2016 por escasísimo margen de votos; derrota que la izquierda hizo posible al recibir en el último momento la promesa de PPK de que no amnistiaría al ex presidente AFF quien llevaba 8 años de carcelería de un total de 25 por la autoría mediata de dos asesinatos masivos; finalmente PPK traicionó a los electores (no sólo a la izquierda) al negociar con el hijo del reo su liberación a cambio de los votos que pueda reunir en el Congreso para salvarlo de la vacancia del cargo. Su obsesión por la retención del poder lo convirtió en un traidor y, por lo consiguiente, en un corrupto más de los miles de la que está plagada la política peruana.

Por el otro lado, la corrupción absoluta que genera el poder absoluto, lo ilustraría el haber negociado AFF y su socio Vladimiro Montesinos (VM) la venta de 50 mil fusiles rusos AKM nada menos que a los terroristas de las FARC colombianas aventándolos en paracaídas tal como ocurrió con los primeros 10,000 cuyo descubrimiento inició el descalabro de la sociedad que tenía hasta ese momento obnubilada a la sociedad peruana con el cuento del anti terrorismo. Pero eso no es todo: nuestra famosa parejita pagó los 50 mil fusiles nada menos que con varias toneladas del más puro clorhidrato de cocaína.

La tramoya de AFF y VM fue descubierta por los servicios de inteligencia colombianos, con el correspondiente escándalo universal que originó la huida de VM y de AFF y su famosa renuncia a la presidencia de la república por fax desde la lejanía del sudeste asiático por donde pasó cargado de 40 maletas.

Pero, gracias a la escandalosa trampa que la expectaticia candidata le puso a PPK, nos estaríamos librando (así, en condicional) de la continuidad del poder absoluto de AFF, vía su descendencia, como todo buen absolutismo.

De este lamentable destino no nos podremos escapar a menos que la ciudadanía opte por cambiar el curso de nuestras rutinas eleccionarias para librarnos de una sola vez de la corrupción política que como un cáncer generalizado se viene extendiendo por todo nuestro organismo político: Que los partidos constituyan listas de candidatos sin incluir en dichas listas ni a militantes ni a dirigentes. Así de simple. Aunque no se pueda decir “así de sencillo”. (Ver nuestro artículo “Corrupción: Una propuesta de solución” del 12.4.17)

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